HÖLDERLIN, DUCASSE Y YO
Experimentar...
por Dios!… Claro... hagámoslo, como si fuera complicado escribir por ejemplo: “El
ruido se agiganta y se sienta en el atrio poético en las líneas de Ramírez Ruiz”.
Alguien me susurra al oído, me dice: "el haiku acaba de exterminar a cualquier verso
libre". Entonces no queda nada, la fantasía ridícula apenas alcanza y se pierde
en las noches vagas y esquizofrénicas en el que decido firmar algunos versos
como Scardanelli, aunque recordarás que Diotima apenas fue una ilusión amarga y
lúcida de Susette, los amores prohibidos te llevan a la afrenta o a las
ficciones. Recordarás que desde Blavatsky apenas puedo creer en mí mismo, y
cada vez que quiero estar cerca al cielo tiendo a no creer en la magia que Miller
destruyó en mi diminuto entendimiento. Y alguien cojea de un pie, o al menos eso
decía mi madre al increpar mi egolatría. Esta noche está tan virgen porque maría
nos acompaña y como el poema surge en momentos astrales, de bocas viajeras, maría
es una hereje porque todos la quieren quemar... "¿Poesía?..." Alguien censura en
la puerta cuando estoy a punto de estornudar el último verso, hizo bien, acabo
de entender que aquí no hay versos, que aquí la poesía ha muerto como en las
manos de Hölderlin, de Ducasse, de Poe y de cualquier hijo de vecino, que
prefiere las frases cortas y las manos largas al momento de cortejar. Al fin el
pequeño viajero del tiempo se encuentra en l’autré-monde, tratando de negarse a
sí mismo el poder lograr ese algo que lo colocará en el atrio de los grandes
inventores. Y si alguien pide que enarbole mis líneas para alimentar
conciencias, se equivoca; si pretende que cumpla el papel de un religioso, yo
execro y con una dulce declaración apostato cualquier dogma, puesto que si de
papel se trata, mi papel es bond A4 de 75 gramos.
Luis Puris
10/8/11
(Este poema que probablemente no vea luz editorial, es uno de los tantos que leo en lugares en donde me dan la oportunidad de leer mis escritos.)
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